LOS RELOJES DE ENZO FERRARI


Los relojes han jugado un papel importante en la historia de Ferrari y en la vida de su fundador Enzo Ferrari.
Conozcamos la otra pasión de Enzo a través de los ojos del historiador de Ferrari y presidente del Ferrari Club de Italia, Sergio Cassano.



Es bien conocido que Enzo Ferrari recibió su primer reloj en su confirmación, en aquel entonces un regalo habitual para este tipo de celebraciones. Era de plata y se lo regaló su padrino, Anselmo Chiarli. Más adelante, su mujer, Laura, le demostraría su propio cariño con un reloj de oro. Esto era en los años 30 del siglo XX y Ferrari, que ya se estaba convirtiendo en una gran estrella del mundo automovilístico, estaba encantado con llevar esa muestra de amor a la que, sin embargo, no le fue fiel (me refiero al reloj, por supuesto).

A veces la cambiaba por un Rolex Ovetto, que aparecía en la muñeca de Ferrari como sustitución temporal del reloj de su consorte, alternando ambos siguiendo un patrón que sigue siendo un misterio. ¿Casualidad? Creo que no. Conociendo la sutileza mordaz de los mensajes subliminales de Ferrari, es posible que alternar estos dos relojes estuviera vinculado con algo más. ¿Quién sabe? Sin embargo, no había duda sobre el reloj que llevaba en las grandes ocasiones. Posiblemente, era el mejor que había recibid o nunca. Era de oro rosa y se lo había dado Pirelli, el fabricante de neumáticos, en los años 50. Era un Breitling. Más adelante tendremos más información sobre esto... Para cerrar esta breve historia de los relojes de Ferrari, tenemos que dar un salto hacia los últimos días de su vida. El 4 junio 1988, el Papa Juan Pablo II dedicó un día entero a visitar la fábrica de Ferrari, a sus empleados y a su fundador. Fue un día muy famoso en la historia de Ferrari... Estando seriamente enfermo, el Presidente no recibió a su ilustre invitado en Fiorano, sino que habló con él por teléfono desde la cama de su casa de Módena. Y sobre la mesilla de noche de Ferrari descansaba uno de los dos relojes de oro que Cartier había hecho, dos piezas únicas, para la ocasión. De hecho, ambos relojes tenían la fecha impresa en ellos para marcar ese día histórico.

Una de las costumbres de este gran comunicador era regalar relojes. Eran objetos preciosos para regalar sólo en ocasiones muy especiales y a personas a las que se tiene gran estima: conductores y empleados que se habían distinguido particularmente. Por tanto, eran excepcionales y una señal de reconocimiento personal. Como toda la atención de Ferrari estaba centrada en los circuitos en aquel momento y debido al modesto poder de compra de la empresa, la calidad de los regalos a menudo era baja y éstos se hacían con poca frecuencia (debido a su generosidad, célebremente limitada). Esto comenzó durante el periodo previo a la guerra y Ferrari no modificó sus costumbres, encargando sólo seis relojes (como máximo) a la vez. Desde los años 50, Ferrari compraba casi en exclusiva al joyero boloñés Gerardo Veronesi, el mismo joyero que realizó su regalo más hermoso: el caballo de diamantes con un ojo de rubí, del que se hicieron una docena para dárselos a mujeres distinguidas.


El reloj más preciado de Ferrari fue un cronógrafo Breitling

Fue por esta época cuando los relojes que Ferrari regalaba empezaron a ser de oro. Eligió la marca Super Royal, estimada pero no excesivamente cara, y elaboró un contrato especial para estampar en el reloj el famoso caballo rampante, algo que hizo su joyero en vez del fabricante de relojes en agosto de 1951. Ferrari recibió su reloj más preciado, un Breitling, que más tarde regaló a uno de los conductores de carreras líderes de aquel tiempo, Gigi Villoresi, en un ataque de generosidad. Era un cronógrafo de oro rosa, modelo 1190, serie 79748, que llevaba la marca del maestro relojero (nº 353) y tenía un calibre Venus 188 de 14’’.

También tenía el logotipo del caballo rampante grabado en la caja con un buril y, aunque no es seguro al 100%, el reloj de Villoresi muy probablemente era el mismo reloj que Pirelli le había dado a Ferrari. Acerca de este incidente, Villoresi nos cuenta: “Era 1952. Yo sabía que Maserati se moría por vencer a Ferrari en el Gran Premio de Módena y también que tenía el coche para ello, el A6GCM. El Tridente se puso en contacto conmigo pero el gran Enzo lo descubrió e, inmediatamente, quiso que me uniera al equipo. Estuve en esa carrera y gané con un Ferrari, terminando por delante del Maserati de [José Froilán] González. En la línea de meta el “Drake” se puso como loco de contento, se quitó el reloj que tenía en la muñeca y me lo dio.* Conociendo a Ferrari, si lo hubiera visto no me lo hubiera creído. Hay que comprender cuánta rivalidad debe haber sentido compitiendo en Módena para que fuera tan inusualmente generoso.

Casi todos los relojes que Ferrari regalaba eran de caballero, a excepción de un reloj de señora: un Super Royal. Desde esa época, y a lo largo de los 60 y parte de los 70, las marcas de los relojes que regalaba cambiaron y aparecieron varias piezas de Lemania (que fabricaba un cronógrafo maravilloso utilizado por el equipo de carreras para el cronometraje manual), Rewel y Vetta. Los relojes Vetta fueron encargados a un comerciante milanés, pero sólo en pequeños pedidos de seis a ocho piezas, con la excepción del famoso Cartier.

El “Cartier” de Vetta era un reloj mecánico con una caja rectangular, similar a un modelo famoso realizado por la empresa francesa, y Cartier fue el nombre que le dio Ferrari. Sí, ha leído bien, ese fue el mote que se le dio al reloj en la empresa; el primer reloj en ser adquirido en grandes cantidades, que después se regalaría a todo el departamento de carreras y también a los directores del departamento industrial y a varios empleados. Eran los años 70 y se encargaron 400 piezas; sin embargo, el acuerdo con Vetta tuvo que pasar por una negociación agotadora, al estilo típico de Ferrari. Su precio era de 70.000 liras, pero el contrato se firmó por 35.000 liras. No está mal.

A mediados de los 70 comenzó el primer acuerdo con Longines, que sustituyó a Heuer (que producía un reloj con cronómetro electrónico que llevaba impreso el caballo rampante, lo cual nunca fue encargado por Enzo, para cronometrar los circuitos de Fórmula Uno). La asociación entre Maranello y el fabricante suizo de relojes fue muy positiva. Se fabricaron una serie de relojes y se regalaban los mejores según el ritual habitual. En concreto, un reloj Longines merece ser recordado. Era de oro, con cronómetro electrónico, movimiento de cuarzo e indicador de fecha. Era muy elegante, con el caballo rampante impreso en la parte inferior de la caja y se presentó en un maravilloso estuche de cuero de color burdeos a los empleados que hubieran trabajado en la empresa durante 30 años. Esto representó el final de la fase en la que Enzo personalizaba los relojes, ya que se sustituyó por acuerdos de licencias reales con relojeros.

La primera señal de este nuevo enfoque empezó en una conferencia de prensa que tuvo lugar en Maranello el 15 abril 1983 con Enzo Ferrari y el presidente de Cartier, Alain Dominique Perrin. Se creó una nueva marca “Ferrari-Formula”, bajo la cual se comercializó un surtido de relojes, objetos de cuero, encendedores, plumas y otros productos. La operación era importante porque señalaba el comienzo de una nueva era y también proporcionó una manera de proteger la marca del caballo rampante en todo el mundo. Y en esto, Cartier era el socio ideal.
En la era de Montezemolo, la costumbre de los relojes de Ferrari ha continuado con las mejores marcas, poniendo énfasis en la imagen de marca de alta calidad y prestigio. Primero apareció Girard-Perregaux con una serie de productos de alto perfil, incluyendo algunos de su colección auténtica, y después Panerai, que realizó numerosos modelos famosos inspirándose en la tecnología Ferrari.

Fuente: The Official Ferrari Magazine

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